La segunda semana de febrero de 2001, vivía en Córdoba, mi hija Candela todavía no tenía un año y recibí una llamada: «Te llamo de la Parroquia de Algeciras, por aquí las cosas se están poniendo feas para lo menores magrebíes. La policía local, aunque es ilegal, está haciendo batidas, los suben al barco y los dejan en Marruecos sin verificar ni la edad ni la procedencia. Tengo un chico escondido y que quiere estudiar, que quiere salir adelante. ¿podéis buscar desde Derechos Humanos una familia de acogida?«.
Hacía menos de quince días que habíamos bajado a recoger a Mansour, había llegado en patera, realmente lo había pasado mal y fueron compañeros de Comunidades Cristianas quienes lo habían recogido, esta vez Miguel y Rafa lo acogieron.
En 24h llamé: «dime cómo hacemos, se viene para casa«. Cuando recogí a Mohamed, no sabía bien donde me metía…
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